Para empezar, debemos dejar muy claro que estamos hablando de dos productos distintos. Pongo un ejemplo: Pensemos en dos vehículos de transporte, el coche y la moto. En principio, ambos nos sirven para desplazarnos, van sobre ruedas, llevan un motor más o menos potente y alcanzan velocidades similares. Sin embargo, todos somos plenamente conscientes de que la seguridad ante un impacto indeseado es totalmente distinta si viajamos en un coche que si lo hacemos en una moto, y las consecuencias, a veces, desafortunadamente irreversibles.
Dicho esto, uno es libre de decidirse por cualquiera de las opciones –analizando primero los pros y los contras–, pero tiene muy claro que si elige comprarse el coche no irá al concesionario y pedirá “algo más económico” aunque tenga solo dos ruedas.
Importancia del bombillo
Pasemos a analizar las puertas blindadas y las acorazadas, con el fin de tener una idea lo más fiel posible de sus grandes diferencias. Empecemos por la fundamental, que es la seguridad, ya que esta es sin duda, en el 99 por ciento de los casos, la razón que nos lleva a tomar la decisión de cambiar nuestra puerta. Los elementos que dan la seguridad a un hueco accesible (puerta o ventana) son básicamente cinco: el cerco, la hoja, las bisagras, la cerradura, y el bombillo o cilindro y sus llaves. Y al contrario de lo que mucha gente piensa, el más importante de todos ellos, con diferencia, es el bombillo o cilindro exterior y su llave, dado que es la pieza que nos abre la cerradura y, precisamente, la que está más expuesta a la manipulación (los pestillos, las bisagras y el blindaje están ocultos en el interior).
Así pues, de nada servirá construir una puerta muy robusta, antipalanca, antibala, antiexplosión… si el bombillo exterior es fácilmente “violable”. Tardaremos 30 segundos en abrir tan maravillosa puerta acorazada. De manera que tenemos ya la primera y más importante diferencia entre una puerta blindada y una acorazada.
La primera, con el fin de abaratar costes, instala cilindros menos protegidos, que en la mayoría de los casos pueden abrirse bien con ganzúas (que pueden adquirirse por Internet), bien por torsión (partiendo el bombillo), bien con un taladro. Los métodos más usados suelen ser los dos primeros y el tiempo de apertura oscila entre los 30 y los 90 segundos.
Estas puertas tienen el problema añadido de que sus llaves son copiables en cualquier establecimiento, con lo que estamos expuestos a que toda persona con acceso puntual a nuestra llave pueda hacerse con una copia en no más de tres minutos. Las acorazadas, al menos las de gama alta (y todas las que fabrica Fichet, que comercializamos en A. Atocha Seguridad), montan cerraduras y bombillos ensayados y certificados, que evitan tanto la apertura mediante ganzúas como por técnicas como el bumping, la rotura por torsión o el taladro. Esas certificaciones garantizan también que no es posible efectuar copias de la llave si no es mediante la tarjeta de banda magnética y, además, algunas de ellas, como la Fortissime de Fichet, disponen de un sistema de “defensa activa” que bloquea la apertura de la cerradura en caso de sufrir un ataque.
Otros elementos
Hablemos ahora del segundo punto importante: La cerradura.
En este caso, tenemos que prestar especial atención a dos aspectos fundamentales. El primero y más relevante es que los pestillos sean independientes entre ellos, es decir, que no estén todos unidos a una sola pieza (la llamada barra de pestillos), sino que cada uno lleve su propia varilla. De nada nos sirve contar con 18 pestillos si con solo apalancar uno de ellos los hacemos retroceder todos a la vez y ya tenemos la puerta abierta.
El otro aspecto es la facilidad de “hundimiento” del pestillo. La tendencia en este sentido es instalar pestillos de gancho, que hacen mucho más difícil el apalancamiento por hundimiento de este debido a su eje de giro. Las puertas blindadas suelen montar cerraduras de hasta 18 pestillos, pero en realidad su comportamiento al apalancamiento es como si colocaran un solo pestillo.
Ocupémonos ahora de las bisagras. Aquí nos encontramos con una diferencia fundamental, que es la sujeción de la puerta. Damos por hecho que en ambos casos los ejes y los pivotes antipalanca pueden ser de la misma resistencia. Sin embargo, en las puertas blindadas las bisagras van atornilladas a madera, tanto en la hoja como en el cerco; mientras que en las acorazadas van atornilladas o soldadas a una pletina metálica de no menos de dos milímetros de espesor, tanto en el cerco como en la hoja, lo que le da una seguridad definitiva al apalancamiento.
Miremos finalmente qué diferencias existen en la hoja y el cerco. Evidentemente, aquí encontramos las mayores disparidades, que son la base fundamental por la que la puerta blindada –como apunto al comienzo del artículo– es un producto distinto a la acorazada, ya que aunque sirven ambas para mantener espacios independientes, hemos de tener muy claro que el objetivo fundamental, que es la seguridad (evitar que sea violada), queda en un segundo plano en el caso de las blindadas.
Una puerta blindada es una puerta de madera (normalmente de aglomerado) a la que en el proceso de fabricación se le adhiere una lámina de acero encolada, cuyo espesor oscila entre 0,8 y 1,2 milímetros de espesor y que no cubre todo el perímetro. El cerco es igualmente de madera y en él se aloja el cerradero metálico para recibir a los pestillos.
Por su parte, una puerta acorazada es una puerta metálica cuyo armazón está construido por una plancha exterior de en torno a 1,2 y dos milímetros de espesor, contando además con unas omegas interiores de refuerzo. El cerco es metálico, elaborado en chapa de acero de entre 1,5 y 2,5 milímetros de grosor. El acabado se realiza mediante tableros de madera de espesores de entre cuatro y seis milímetros. Como resultado, la estética es muy parecida, pero la resistencia al apalancamiento y a la presión son absolutamente distintas.
Conclusión
Por tanto, si queremos conseguir el objetivo principal, que es impedir la fácil apertura de nuestra puerta, hemos de elegir sin duda una acorazada.
Si por el contrario lo que buscamos es cambiar la puerta por una con aspecto más resistente, porque el vecino la ha puesto o simplemente por estética, podemos pensar en una blindada. Pero, en todo caso, un consejo: nunca instalemos una blindada en ambientes húmedos, ya que la madera se hincha y tendremos un coste elevado de mantenimiento.
Por último, nunca lo haga por ahorrar, la diferencia no es tanta. La puerta acorazada le durará toda la vida (solo tendrá que cambiar tableros cuando se estropeen) y será una inversión en seguridad de la que nunca se va a arrepentir.